lunes, 5 de marzo de 2018

El poder de las palabras

                                                               "La influencia crece como la mala hierba".
                                                                                              Varys, Juego de Tronos.



Vivimos en la era digital. Es una realidad.
Vivimos en una era dominada por internet y por las redes sociales. Lo cual, tiene sus ventajas, por ejemplo:
- Internet es una gran fuente de conocimiento al alcance de tod@s. Ya se dice, no hay nada que no sepa Don Google.
- Las redes sociales, como Facebook, nos permiten recuperar el contacto con personas que en algún momento pasaron por nuestra vida y que, ¿por qué no?, pueden volver a estar en ella.
- Instagram, Facebook, YouTube... Son excelentes herramientas de promoción. Yo soy muy partidaria de que sean un escaparate para nuevos negocios, grupos de música, etc...

Pero esta moneda también tiene una cara oculta:
La obsesión por estar día y noche conectad@s con el resto del mundo, mendigando atención y popularidad traducidas en "likes" nos aleja, no sólo de las personas que tenemos a nuestro alrededor, también de nosotr@s mism@s. Nos metemos en la piel de un personaje glamouroso y con éxito, fingiendo una vida que no es la nuestra. ¿Para qué? Al final, ese personaje nos absorbe de tal manera que ya no recordamos quiénes somos, y nos creemos que somos triunfador@s, que nos admiran... ¿Pero somos felices? ¿Realmente es esa la persona que queremos ser? Personas artificiales, con unos modelitos despampanantes, con una vida laboral de lo más activa, con un grupo "de amig@s" que llega a los 500 componentes... Pero nos miramos al espejo y todo es falso.
Internet crea una realidad paralela donde no somos nadie, más que el producto que los demás quieren que seamos. ¿Por qué?

Porque es lo que vende.

Puto capitalismo.

Ojalá saber de lo que se habla vendiera tanto como las pestañas rizadas, los ojos ahumados o las bromas de mal gusto...

No me malinterpreten. Siempre he sido firme defensora de la libertad de opinión y eso no va a cambiar ahora. Pero, coño... Está claro que cada un@puede hablar de lo que le dé la gana, ¡faltaría más! Pero no mata a nadie leerse un libro antes de abrir la boca... Nos permitimos el lujo de hablar de igualdad hombres-mujeres y criticamos el término "feminismo", pero no sabemos lo que significa. Tenemos miedo al comunismo y a l@s comunistas, pero no sabemos en qué consiste, Karl Marx nos suena a jugador del Bayern. Defendemos un partido político bajo el argumento "de entre lo malo es lo mejor", ¡y nos creemos que es un argumento válido para confiarles nuestr@ voto!

Insisto: defiendo el derecho de cada uno a decir lo que le venga en gana. Pero, ¡cuidado! Las palabras son armas poderosas: no nos damos cuenta del daño que hacen hasta que las hemos dicho. A día de hoy, los personajes que encontramos por las redes, l@s llamad@s influencers, son ejemplo para much@s, sobre todo, jóvenes. No necesitamos a ninguna Miranda Kerr hablando de lo agradable que es estar guapa para tu maridito y esperarle en casa con la casa limpia y la cena hecha. Cariño, hoy las mujeres también trabajan fuera de casa, y también nos gusta llegar y que las tareas las haya hecho el "maridito", que, casualmente, también vive y come en esa casa. ¿De eso no piensas decir nada, Miranda? No necesitamos a ninguna Cristina Pedroche desnudándose cada año para dar las campanadas y ser objeto de deseo de media España, ni ser tratada como un objeto (bonito, eso sí) por tu compañero de trabajo. Cristina, cariño, no sé quién te ha dicho que eso es "súper feminista", pero te lo digo, con toda mi buena fe y desde mi humilde opinión, eso no es feminista. Feminista es plantarte en tu lugar de trabajo con la ropa que te salga del coño, sin necesidad de enseñar lo currado que tienes el cuerpazo de gimnasio en una de las noches más frías del año, y que tu compañero de trabajo te trate como a una igual. ¿Por qué no se te ocurrió la idea de ser feminista llevando traje y corbata? ¿Por qué tu idea de ser feminista tiene que pasar, necesariamente, por mostrar tu cuerpo de mujer? No es necesario utilizar tu cuerpo como argumento. Y, ¡ojo!, que cada un@ puede vestir como le dé la gana. No es de eso de lo que estamos hablando. Hablamos del discurso que justifica la cosificación a la que se somete ella misma.

¿Necesitamos de verdad a gente como ReSet, el youtuber que dio galletas rellenas de pasta de dientes a un grupo de indigentes? ¿Necesitamos a Wilson Alfonso, que se dedica a ir por ahí robando besos a las chicas que encuentra por el camino? ¿Necesitamos a Mister Granbomba, llamando "caranchoa" a repartidores por la calle? Aunque de este último nos queda el consuelo de que se llevó, quizá con retraso, la apropiada ostia a tiempo...

En fin. Francamente, no sé cuál es la conclusión a la que pretendo llegar. Quizá solo quería lanzar esta reflexión...


PD: Esta es MI verdad, MI opinión. Cada cual tendrá la suya.





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